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jueves, 4 de abril de 2013



¿Qué debe saber un buen educador físico? 

Cuando nos enfrentamos a tener que asumir la tarea docente nos asalta siempre una pregunta fundamental ¿qué necesito saber para poder cumplir eficazmente con mi rol?

Con mucha naturalidad la primera respuesta que viene a nuestra mente es: por supuesto aquella materia que debo enseñar. Aunque haciéndolo sé que puedo atentar contra el sentido común debo afirmar que “eso” es de lejos lo menos importante, más allá del nivel educativo en el que tenga que desempeñarme como docente o de la edad de mis estudiantes.


Son sus entusiasmos  compromisos afectivos y actitudes personales las que podrán provocar a sus estudiantes. Es cierto que es poco probable que quien sabe mucho respecto a alguna disciplina no sea un apasionado por ella, sin embargo, no siempre esa pasión disciplinar está acompañada por una “pasión docente” o por un compromiso con el aprendizaje de quienes tengo al frente.








¿POR QUÉ ES IMPORTANTE HACER DEPORTE?

El sedentarismo ha aumentado de modo espectacular en las últimas décadas. La mecanización y el desarrollo de la electrónica han reducido el trabajo manual, y caminar ya no es un modo común de transporte. Se cree que el auge del sedentarismo favorece la aparición de dos grandes problemas de salud:
1. Favorece el avance rápido de enfermedades crónicas, como el infarto o la angina de pecho, la obesidad o la diabetes, que comienzan a muy temprana edad (a los 10-15 años) y se van desarrollando lentamente, hasta que se manifiestan al cabo de los años como una enfermedad.
2. Provoca una pérdida acelerada de la movilidad de las articulaciones y de la fuerza muscular, todo lo cual empeora notablemente la calidad de vida de la persona sedentaria cuando llega a la vejez.
Se sabe que la mejor manera de evitar este deterioro es realizar ejercicio físico de modo frecuente y adaptado a cada individuo; cualquier edad es buena para comenzar.

En definitiva, ¿por qué es conveniente hacer ejercicio físico de modo frecuente?
1º. El Colegio Americano de Medicina del Deporte, la Organización Mundial de la Salud y la Federación Internacional de Cardiología afirman que la actividad física frecuente protege contra el avance de varias enfermedades crónicas que comienzan desde niños y evolucionan progresivamente. Las enfermedades más importantes sobre las que el ejercicio físico ejerce una acción protectora son: las del corazón (que desembocan en el infarto de miocardio o la angina de pecho), las de los vasos sanguíneos (hipertensión, accidentes cerebro-vasculares), las del aparato digestivo (cáncer de colon) y las debidas a alteraciones del manejo de la grasa (obesidad y colesterol alto), de los glúcidos (diabetes tipo II), y del calcio (osteoporosis).
2º. Para evitar, en lo posible, la impresionante pérdida de resistencia, fuerza muscular y movilidad de las articulaciones que se da con la edad en las personas sedentarias, y que acaba llevándoles a tener que depender de los demás cuando, por ejemplo, no pueden vestirse por sí mismas por falta de movilidad articular, no pueden levantarse de la cama por falta de fuerza muscular, o no pueden pasear con los nietos por falta de resistencia.
3º. Además, otras personas lo realizan para mejorar su forma física, para poder hacer con más facilidad las tareas de la casa, y porque les ayuda a bajar de peso y a sentirse mejor.





¿Cómo actúa el ejercicio físico para prevenir esas enfermedades crónicas?
El ejercicio físico habitual actúa previniendo o mejorando los factores de riesgo de esas enfermedades. ¿Qué son los factores de riesgo?: son factores que favorecen que el avance de las enfermedades crónicas evolucione más rápidamente. En otras palabras, que, por ejemplo, la obstrucción de las arterias del corazón se produzca más velozmente. Por ejemplo, los factores de riesgo de las enfermedades cardiovasculares clásica mente admitidos por la Organización Mundial de la Salud y por la Sociedad Internacional de Cardiología son: el tabaquismo, la hipertensión arterial y los niveles altos de colesterol en la sangre. Desde 1994, la Organización Mundial de la Salud y la Federación Internacional de Cardiología han afirmado oficialmente que el sedentarismo es un factor de riesgo tan importante como los otros tres, y probablemente independiente de ellos, aunque esto último está por confirmar.


¿Qué efecto tiene el ejercicio físico regular sobre esos factores de riesgo en personas que están aparentemente sanas?
Está firmemente establecido que el ejercicio físico de resistencia aeróbica practicado de modo frecuente por personas aparentemente sanas se suele acompañar de una disminución de la tensión arterial de reposo, de los niveles de colesterol total en la sangre, de la cantidad de grasa corporal y de la resistencia a la insulina, es decir, de varios factores de riesgo. Además, parece que disminuye la ansiedad y la depresión. Estos efectos del entrenamiento de resistencia aeróbica rebajan el riesgo de desarrollo de una enfermedad cardiovascular y la mortalidad del hombre de mediana edad. Los efectos del entrenamiento de fuerza sobre los factores de riesgo y los indicadores de la salud están menos estudiados, aunque varios trabajos sugieren que el entrenamiento de fuerza se acompaña de una disminución de la cantidad de grasa corporal, de la resistencia a la insulina, del riesgo de fracturas y de caídas, de una mayor sensación de bienestar y de una mejora de la capacidad para llevar a cabo las tareas de la vida diaria.



¿Está demostrado que el ejercicio físico frecuente protege contra el riesgo de tener un infarto u otro tipo de accidente cardiovascular?
Sí. Por ejemplo, resultados de diferentes estudios epidemiológicos realizados a gran escala han demostrado que las personas que hacen ejercicio físico de modo regular tienen de media cuatro veces menos posibilidades de tener un accidente cardiovascular que las personas sedentarias; igualmente, disminuye el riesgo de tener una enfermedad cardiovascular en los próximos años en aquellas personas sedentarias que comienzan a hacer un programa de ejercicio físico y no lo dejan. Si además se tiene cuidado con la dieta (disminuyendo la ingestión de grasa de origen animal) y se deja de fumar, el beneficio será todavía mayor.
¿Se puede explicar con un ejemplo concreto cuánto y cómo se puede beneficiar de un programa de entrenamiento una persona que tiene factores de riesgo?
Sí. Supongamos, por ejemplo, que un varón de 50 años tiene unos valores de colesterol total en sangre de 250mg/ dl y de colesterol-HDL de 25mg/dl, una tensión arterial en reposo de 150/ 90 mmHg, y fuma un paquete de cigarrillos al día. Según un estudio muy conocido publicado en 1967 y realizado en Framinghan (Massachusetts), sobre más de 5000 personas de edades comprendidas entre los 30 y los 74 años, esa persona tiene un 33% de probabilidades de tener un accidente cardiovascular en los próximos 10 años, lo que supone más del doble de probabilidades que la media de las personas de su edad (14%). Pues bien, según ese estudio, si esa persona decide realizar un programa regular y adaptado de entrenamiento físico y además disminuye la ingestión de grasas de origen animal durante sus comidas, no será improbable encontrar que, después de entre tres y seis meses de haber comenzado el programa, sus valores de colesterol total de sangre sean próximos a 225mg/ dl, los de colesterol-HDL de 30mg/ dl, y su tensión arterial de reposo sea de 140/ 80 mmHg. Esa mejora de sus factores de riesgo hará que la probabilidad de que tenga un accidente cardiovascular en los próximos 10 años pase del 33% al 24%. Si además deja de fumar, al cabo de 5 años esa probabilidad habrá disminuido hasta el 16%, es decir, la misma que la media de las personas de su edad.
Hemos visto que el ejercicio físico practicado de modo regular disminuye el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, hay muchas personas que ya la han desarrollado, como por ejemplo las que han tenido un infarto o una angina de pecho, o tienen la tensión elevada. Otras están diagnosticadas de diabetes, o de algunas enfermedades respiratorias, o son obesas u osteoporóticas…